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Las piscinas infinitas, o piscinas desbordantes, se caracterizan por fusionar su borde con el horizonte creando un efecto óptico que extiende el agua hasta el infinito. Esta ilusión visual viene determinada por la ubicación de la piscina y su diseño, y permite gozar de un baño en el que el azul del cielo y el del agua se funden. Tradicionalmente, estas piscinas se hallaban en los hoteles más lujosos del planeta, pero el avance de las técnicas constructivas ha permitido su desarrollo también en los hogares.
Existen dos tipos de piscinas, que se diferencian principalmente por su diseño y su sistema de filtración del agua. Por un lado, encontramos las piscinas tradicionales o skimmer, que tienen el sistema de filtración en la superficie y el agua no rebosa por ninguno de los márgenes. Por otro lado, las desbordantes, en las cuales el agua rebosa por uno de los bordes, como es el caso de las piscinas infinitas. A continuación te contamos las particularidades de estas espectaculares construcciones.
El elemento clave de las piscinas infinitas es su localización, ya que la topografía del terreno determinará el efecto óptico que genera la ilusión de infinidad. Por lo general, solemos encontrarlas cerca del mar (urbanizaciones costeras, por ejemplo), en montañas o acantilados, y la condición indispensable para una correcta construcción es la necesidad de que el terreno esté totalmente firme, sin instalaciones auxiliares bajo la superficie ni raíces de árboles en al menos 4 metros de profundidad.
Es necesario tener en cuenta que, para instalar este tipo de piscinas, el terreno elegido debe contar con un desnivel, que puede ser natural o artificial, para que el agua se deslice y haga el efecto de cascada. Para determinar la idoneidad de la ubicación, es necesario contar con un arquitecto que realice un estudio del lugar para aprovechar al máximo la superficie y, sobre todo, adaptar la piscina al entorno.
Existen tres tipos de piscinas con desbordamiento infinito. En primer lugar, las que tienen un desborde mediante rejillas, típica de piscinas olímpicas, donde el agua no rebasa el borde y se filtra por una canaleta cubierta por una rejilla. En segundo lugar, con desborde oculto, que hace que el agua desaparezca a través de una junta, de tal modo que desde el exterior no se distingue. Por último, las piscinas con desbordamiento en infinity, donde el agua llega al borde, excede y rebasa por uno de los márgenes a través de una lámina vertical.
En cuanto al diseño, las piscinas rectangulares son las más habituales, ya que enfatizan la ilusión de infinidad. También encontramos piscinas curvadas y redondas, aunque son menos habituales porque dificultan la instalación del desnivel.
Para la fabricación de las piscinas, sean o no infinitas, se suelen utilizar tres materiales: acero, hormigón o poliéster. El hormigón, en el caso que nos ocupa, es el más utilizado y se instala a presión sobre la estructura de la piscina. Este material evita las juntas e impide cualquier filtración, además es resistente y ofrece multitud de posibilidades en acabados y colores.
Las piscinas infinitas tienen un sistema de depuración y filtración que evita, casi por completo, los problemas de suciedad y estancamiento del agua. Esto es debido a su estructura y diseño, que cuenta con un desnivel en forma de cascada que hace que el agua caiga directamente al depósito de compensación. Este dispositivo la recoge, filtra y devuelve a la piscina por medio de una bomba de recirculación. La duración del proceso varía en función del volumen del agua, de la potencia del equipo de depuración y del tamaño del filtro.
En definitiva, las piscinas infinitas aportan una sensación de paz y tranquilidad al bañista, gracias al efecto de continuidad de estas con el paisaje. Además, gracias a su sistema de filtrado y depuración, el agua se mantiene más tiempo limpia y en condiciones higiénicas óptimas.